sábado, 5 de octubre de 2013

lunes, 15 de julio de 2013

Soñar no cuesta nada?

Soñar no cuesta nada!

Quién dijo que soñar no cuesta nada? En el mundo en que vivimos parece que cada día es más difícil soñar. Cuando hablamos de la “actualidad”  cada vez más centrada en la rentabilidad de los proyectos y en la lógica de la supervivencia parece que esto de “soñar” es un lujo de unos pocos.

Y al mismo tiempo, me pregunto: ¿Será esta perspectiva una excusa para no arriesgarnos? ¿O será un mecanismo de protección para no sufrir una desilusión?  El miedo y la incertidumbre  parecen haber limitado una de las capacidades más grandiosas e innatas del ser humano: SOÑAR.  ¿Acaso un niño deja de soñar?

Esta mañana una persona me preguntó: ¿en qué momento te alejaste de ese camino? En qué momento tú misma empezaste a  construir límites que frenan tu imaginación? No lo sé, quizás al querer abarcar más de lo que puedo, quizás al sentir que mi cuerpo también necesita un descanso, quizás al buscar calma o estabilidad….. Cada uno tiene sus razones. Pero... y si la pregunta fuese, ¿Cómo te sientes cuando sueñas? ¿Cómo te sientes cuando consigues una parte de aquello que habías imaginado?

Qué placer caminar hacia ese momento y cuánto disfruto al acompañar a más soñadores. Y sobre todo, qué fuertes somos cuando nos arriesgarnos juntos.


jueves, 28 de febrero de 2013

¿Cómo?


"¿Cómo hacerlo mejor? ¿Cómo ser más rápido y ágil? ¿ Cómo llegar a todos los sitios?" Una y otra vez, el viento le preguntaba a la lluvia: "¿Cómo no equivocarme de dirección? ¿ Cómo hacer feliz a los demás? ¿Cómo llegar a dónde  creo que seré feliz sin perjudicar a nadie? ¿Cómo ser más fresco y agradable en el contacto con los que quiero? .... ¿Cómo regular mi intensidad ? ¿Cómo puedo escucharme a mí mismo?" .....

Atormentada la lluvia con tantas preguntas imposibles de responder desde afuera, impotente y mimetizada por esta fuente infinita de dudas, lo único que pudo hacer en ese momento, fue compartir lo que sentía al escucharlo: "Querido viento, me debilito al oírte ¿Qué pasaría si te detienes?"

El viento, respondió: "No sé detenerme.Tengo miedo. Si me detengo, desaparezco".

Ana Mariani


viernes, 25 de enero de 2013

Paradoja callejera




Esta tarde caminaba hacia la estación de tren después de un largo día de trabajo y observaba como la gente entraba en las tiendas a consumir las "rebajas", también miraba la cantidad de bolsas de diferentes marcas comerciales que llevaban los que circulaban por la acera. Había mucho movimiento, y hasta por un momento experimenté la sensación de que me estaba perdiendo algo por no detenerme a comprar alguna de estas "super ofertas". El imperativo social gritaba: "Consumir o quedarse afuera ".

Se oía una sirena cada vez más cerca, caminé 100 metros más, y casi llegando a la Plaza Catalunya, de repente, vi tres coches de policías detenidos casi en la mitad de la calle. No era un único coche, ni tampoco eran dos, eran TRES coches de policía.Me pregunté qué habría pasado, seguramente había sucedido algo muy grave para justificar tanto movimiento?
Cuando me acerqué, vi a una persona que sostenía una bolsita de supermercado con algunas cervezas adentro y 3 personas uniformadas lo rodeaban...

Ana Mariani




sábado, 12 de enero de 2013

El síndrome del trabajador hormiga


El síndrome del trabajador hormiga: una manera de perder el contacto con el aquí y ahora
Esta es la historia de una hormiguita, que al igual que todas las hormigas de su grupo, cuando nació le explicaron que su misión en este mundo era llegar a la cima de una montaña. Esta montaña, se encontraba al otro lado de un pantano que estaba muy cerca de su aldea. Sus padres, le dieron la libertad de escoger el camino que ella creyera conveniente para conseguir la meta, pero siempre recordando que lo esencial era no detenerse ni desviarse de su objetivo, porque en la cima de esa montaña encontraría su felicidad.

Cada mañana, muy temprano, la hormiguita iniciaba su camino hacia la montaña y cada noche soñaba con lo que encontraría en esa cima. Dedicaba mucho tiempo a recorrer su camino, le gustaba mucho el agua y se divertía mucho al sumergirse y explorar diferentes accesos acuáticos, pero inmediatamente recordaba que debía continuar trabajando para alcanzar su felicidad, entonces recuperaba la marcha y se imaginaba lo maravillosa que sería su vida arriba de esa montaña.

También le gustaban los árboles y el color verde de las hojas, trepaba ágilmente en los troncos y miraba el paisaje desde esa altura. Pero, como era responsable y comprometida, no perdía tiempo en esos juegos y continuaba su camino muy centrada en el objetivo. Un atardecer, ya cansada de tanto caminar y nadar se encontró con un pajarito que volaba felizmente por el campo:

Pajarito: "Hola, has visto que hermoso es el color del cielo hoy?."

Hormiguita: No, no he visto nada, además hoy me duelen los pies de tanto caminar y sólo puedo concentrarme en cada paso que doy en este camino.

Pajarito: ¿Y te has dado cuenta que fresca es la brisa del viento a esta hora? ... Yo, cada tarde, mientras construyo mi nido, siento el calor de los suaves rayos del sol en mis alas y cuando llega este momento en que empieza a esconderse la luz, canto una nueva canción! ¿Y tú, a dónde vas  tan apurada?

Hormiguita: Voy en busca de mi felicidad

Pajarito: ¿En busca de tu felicidad? ¿Cuándo se te perdió?

Hormiguita: je je je Tú no entiendes nada, no se me ha perdido, es que aún no la conozco porque está en la cima de aquella montaña. Cuando llegue allí seré feliz.

Pajarito: ¿Y ahora eres feliz?

Hormiguita: ¡Qué preguntas más tontas haces! Pues no sé si soy feliz, cómo podría saberlo si aún no he llegado a la cima?

Pajarito: Es verdad, no te entiendo. Me dices que te duelen los pies y no te detienes, te pregunto si has mirado al cielo y me dices que no te distraiga. Te pegunto para qué vas tan apurada y me dices que vas a encontrarte con alguien que no conoces. Lo siento hormiguita, no te entiendo.

Y así, después del encuentro con el pájaro, la hormiguita siguió su camino. Fiel a sus convicciones de hormiga, cada día trabajó, caminó y le dedicó todo su tiempo a acercarse más y más a su felicidad. Pasaron diferentes otoños y los árboles perdían sus hojas, también en el invierno la nieve cubría su sendero y ella a pesar de las dificultades, no se detenía. Cuando llegaba la primavera, los árboles se llenaban de flores y decoraban el paisaje de diferentes colores, pero la hormiguita no le daba importancia, pues nada tenía sentido sino llegaba a su montaña.

Finalmente, un buen día, la hormiguita llegó a la cima de la montaña. Qué maravilloso era todo desde allí arriba!! Se sentía orgullosa y muy satisfecha de haber conseguido su meta. Se dedicó un momento a contemplar las vistas desde su espectacular montaña. A lo lejos, vio el río y recordó lo azul y cálida que era el agua, también vio los árboles y se dio cuenta de la variedad de hojas, colores y formas que tenían. También a mucho kilómetros de distancia se veían pequeños algunos animales corrían por el campo.

El sol empezó a esconderse en el atardecer y pintó el cielo de un fuerte color celeste y violeta. Contemplando este paisaje desde lo alto de la montaña de la felicidad, la hormiguita se dio cuenta lo bonito que hubiese sido disfrutar de esa inmensidad  y vivir cada día en contacto con la naturaleza que le había acompañado en su camino.

En aquel momento, anhelando su pasado, decidió regresar al campo. Empezó desesperada a buscar un sendero para bajar de las alturas, y mientras sus cansados ojos deseaban encontrar la salida, bajó su vista y miró sus propios pies. Al ver su cuerpo, se dio cuenta en lo anciana que se había convertido, sintió el dolor en su espalda y se dio cuenta como el sacrificio y la exigencia habían hecho allí su trabajo. Agitada, con palpitaciones y angustia tomo conciencia de que ya era tarde para volver. Evidentemente su cuerpo no resistiría un viaje tan largo. Nunca más podría regresar.

Y así, desde la montaña de la felicidad, la hormiguita se dedicó a vivir la vejez en compañía de su gran meta.

Ana Mariani