jueves, 29 de noviembre de 2012

lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Qué decides hacer cuando te queda la mitad de la vida por delante?


¿Cuántos años tienes? Tienes 30? Tienes 40? Tienes 50? O tienes 65 años? ...
No importa cuántos años cuentas hacia atrás, sino cómo decides vivir los que te quedan por delante.

Ahora, 
¿Cómo te sientes? ...
¿ Qué necesitas?
¿ A dónde quieres llegar?
...
Entonces,
 ¿Cómo es  hacer algo diferente de lo que has intentado hasta el momento?


ANA MARIANI



lunes, 12 de noviembre de 2012

El precio de la Exigencia

Cuánto dolor y cuánta presión vivimos y hacemos vivir a los que nos rodean cuando nos dejamos gobernar por nuestra propia exigencia. Esta voz interior nos grita que todo debe ser "AHORA, MAS Y MEJOR"  y  sin piedad siempre quiere ser satisfecha.

¿Cuál es la receta para salir de esta prisión? ¿Cómo convertir ese grito en una voz amiga, en una voz que comparte lo que necesitamos desde nuestra HUMANIDAD y desde el respeto por la humanidad del otro? 

¿Cómo aprender a gestionar esta exigencia?

Una alternativa es aprender a desarrollar el AUTOAPOYO como la capacidad que  nos ayuda a sostener los que nos pasa más allá de lo agradable o desagradable que parezca. Y a su vez, el autoapoyo como una oportunidad de validar nuestras propias necesidades y deseos. Si reconozco que "ésto me pasa, y que ésto necesito" sin exigirme ni exigirle al otro, abro un espacio de intercambio humano. Y en este intercambio se incluye la posibilidad de que no siempre estaremos disponibles para acompañarnos con esta necesidad.

Es decir, el autoapoyo  más allá de las circunstancias convierte la exigencia de "ahora, más y mejor" en  un permiso para decir "CUANDO YO QUIERO Y PUEDO, EN LA MEDIDA QUE PUEDO Y COMO PUEDO" . Y si puedo aceptar que esto es válido para mí, también podré aceptar que es válido para los demás.

Ana Mariani

lunes, 5 de noviembre de 2012

DESESPERACION













Para mí la DESESPERACIÓN es un impacto físico y emocional vivido como la sensación inminente de perder aquello que da sentido a la vida. Algo parecido a lo que describo en el siguiente relato . . .
    
Había una vez una pareja que vivía en un planeta en donde siempre era de día, todo el año brillaba un sol cálido que se expandía por cada rincón de esa tierra. Ellos, al igual que todas las personas que habitaban este lugar, no conocían la noche. Es más, existían mitos que explicaban que en algún otro sitio del universo había un momento en que el cielo se transformaba en un manto negro que tapaba toda la ciudad, pero efectivamente estos eran mitos, y nadie creía que alguna vez sucedería algo así en este brillante planeta. Esta pareja estaba tan acostumbrada a vivir de día, que no podía imaginarse cómo serían sus vidas sin ese fuerte sol que iluminaba sus pasos. Sin embargo, por alguna razón sobrenatural, un gran planeta se interpuso entre el sol y esta radiante tierra, y repentinamente se hizo de noche.

Era la noche más oscura del universo, era todo tan negro que ninguno de los dos encontraba el camino que les llevaba a casa, solos y desesperados caminaban buscándose mutuamente en la oscuridad. No podían verse ni tampoco podían mirarse a sí mismos. Sus ojos no servían en la noche, no reconocían ni a su propio cuerpo. No sabían caminar bajo este cielo negro, sus pupilas no estaban acostumbradas, estaban inseguros y miedosos. Esta especie de ceguera les hacía desconfiar de todo lo que se les acercaba y hasta empezaron a reaccionar agresivamente para protegerse de aquello que no comprendían. Por momentos se tropezaban con diferentes objetos, caían, se detenían y retrocedían. No sabían cómo avanzar, ni tampoco habían elegido esta noche en sus vidas.

Estaban furiosos y la rabia les invadía todo el cuerpo. Ella se sentía vulnerable, débil y desprotegida. Gritaba el nombre de su pareja con toda la fuerza de su voz. Perdía la respiración con cada suspiro, pero todo era inútil. Sentía el vacío de su ausencia en su estómago. El dolor de imaginar que quizás no volvería a ver a su pareja, y que aquello que había soñado a su lado posiblemente no sucedería le hacía sentir pequeña y triste. A su vez, temía por él y por su bienestar, no sabía si su pareja estaba bien o si la oscuridad lo había vencido. Ella habitualmente se movía por sus emociones y sus sueños, pero en esta oscuridad sus ilusiones parecían no tener sentido y hasta se habían vuelto en su contra. Sus sueños y deseos eran ahora sus peores enemigos.Él, a diferencia de ella, corría impulsivamente golpeando todo aquello que se interponía en su camino, desconfiaba de aquello que sus ojos no podían ver. Se sentía impotente al no saber cómo llegar hacia lo que más quería en su vida. Generalmente él controlaba muy bien su propia vida, y todo lo que se había propuesto lo había conseguido, pero sumergido en esta falta de horizonte dudaba tanto de sus propias capacidades como las de su pareja.

Después de mucho andar sin llegar a ninguna parte, cansados y agotados se dejaron caer. Y cada uno de ellos se sintió vencido por el sueño en un extremo distinto de la ciudad . Pasaron algunas horas mientras dormían, y así sin que ellos lo percibieran, lentamente apareció un nuevo momento en este planeta, un puente entre la noche y el día, un puente de cambio, un puente llamado amanecer.  Paso a paso, bajo la suave claridad de esta nueva mañana, esta pareja se encontró nuevamente. Al mirarse, se dieron cuenta que ya no eran los mismos, la angustia, las palpitaciones, el insomnio, la desorientación, la confusión, la frustración y el miedo de la desconocida noche aún se sentía en sus corazones. Estas emociones que tanto les asustaron ahora formaban parte de sus vidas, y a pesar de lo desagradable que esto había sido, ahora estaban juntos y más completos. Ellos dieron un paso más, aprendieron a aceptar que la NOCHE y el DIA forman parte de la vida.

ANA MARIANI
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