¿Qué emociones, sensaciones, reacciones se activan cuando nos acercamos a tomar una decisión? Pueden ser decisiones laborales, sobre viajes o vacaciones, sobre alquilar o comprar, sobre cómo vestir cada día, si llamar o enviar un mail, qué comer, qué estudiar, etc. etc?. Efectivamente todo el tiempo estamos eligiendo entre diferentes alternativas, desde lo más cotidiano hasta aquello más extraordinario, ¿pero cuántas veces realmente decidimos?
Elegir y decidir no son equivalentes. Según Silvia Gelvan de Veinstein, elegir supone clasificar y valorar diferentes posibilidades. En cambio, decidir confirma la elección teniendo en cuenta las consecuencias de la misma y de acuerdo con eso, obrar. Es decir, que decidir implica accionar en la dirección elegida, mientras que elegir se limita a optar. Hay personas que pueden elegir, sin llegar a decidirse, por ejemplo, "Quiero aprender a tocar el piano ", pero no comienzan a tomar clases para ello.
Entonces, me pregunto, qué nos impide pasar a la acción? Seguramente para cada persona hay una respuesta diferente, sin embargo, en muchas ocasiones, de manera subyacente a la duda, la paralización, la indiferencia, la desmotivación, lo que hay es MIEDO. El miedo a no poder tenerlo todo, el miedo a las consecuencias, el miedo a ser juzgado, el miedo al "rechazo" o al "error"...
Si decido, algo gano y algo pierdo. Mientras elegimos sin decidirnos, nos mantenemos en un plano mental, el cual es útil en una primera fase, porque nos ayuda a analizar diferentes opciones, implicaciones, posibles consecuencias sin tener que arriesgarnos. ¿Pero qué pasa si nos quedamos estancados en ese plano?. ¿Cuántas "elecciones no intentadas" podemos acumular en nuestro interior? ¿Cómo impacta esta falta de movimiento en nuestro cuerpo, en nuestras emociones, en nuestro estado de ánimo, en nuestras relaciones?
En ocasiones, aparecen sentimientos de frustración, envidia, enfado, angustia o ansiedad producto de este encuentro de energías contrapuestas o complementarias. Impulsos que quieren avanzar hacia lo deseado contra los que nos quieren "proteger" manteniéndonos en una zona de confort, en lo conocido.
Imagino estas energías como el encuentro de tres generaciones en nuestro interior, el "niño", "el padre" y el "abuelo". La energía del niño que busca el placer inmediato, disfrutar y jugar, pidiendo que se cumpla todo lo que desea en ese momento sin pensar en las consecuencias. Por otra parte, la energía del padre que quiere hacer las cosas bien, mide, valora, analiza, busca garantías y se protege frente a todo lo que pueda afectar sus resultados en el futuro. Y finalmente, el abuelo, que ya ha vivido mucho, y ahora siente su cuerpo y su mente cansados, entonces decide centrarse en lo que le pide su emoción.
Si cuando decidimos en nuestra vida, sólo escuchamos a uno de ellos, solamente a nuestro "niño", o al "padre" o al "abuelo" , seguramente hay una parte de nosotros que queda abandonada. Podemos integrar estas voces internas en lugar de expulsarlas, silenciarlas o enfrentarlas. ¿cómo es decidir aquí y ahora con nuestro cuerpo, nuestra emoción y nuestra cognición?
Tomar decisiones jugando, experimentando y deseando lo que queremos como "niños", aprendiendo del ensayo y del error. Analizando ventajas y desventajas como el "padre", para avanzar cuidando de nosotros mismos y por consecuencia de los demás, y sintiendo el calor de la emoción con el corazón del "abuelo".
Si cuando decidimos en nuestra vida, sólo escuchamos a uno de ellos, solamente a nuestro "niño", o al "padre" o al "abuelo" , seguramente hay una parte de nosotros que queda abandonada. Podemos integrar estas voces internas en lugar de expulsarlas, silenciarlas o enfrentarlas. ¿cómo es decidir aquí y ahora con nuestro cuerpo, nuestra emoción y nuestra cognición?
Tomar decisiones jugando, experimentando y deseando lo que queremos como "niños", aprendiendo del ensayo y del error. Analizando ventajas y desventajas como el "padre", para avanzar cuidando de nosotros mismos y por consecuencia de los demás, y sintiendo el calor de la emoción con el corazón del "abuelo".
Dedicado a mis voces, a Daniel (mi padre), Galo (mi abuelo) y a Anita (mi niña interior).